Lo que caracteriza a las víctimas de la violencia es su inocencia, es decir,
el padecimiento injusto de una violencia. No hay que buscar la significación
de la víctima en la intencionalidad del verdugo, ni siquiera en la ideología de la
víctima, sino en el hecho objetivo de la violencia inmerecida. Incluso aunque
la persona haya cometido actos censurables, lo que la convierte en víctima es el
hecho de la violencia irracional que ha sufrido (Reyes Mate, 2008).
La visibilidad social de las personas afectadas por la violencia es un factor
importante en su consideración como tales y en el reconocimiento social de
las víctimas. La visibilidad social de estas ha encontrado un aliado en los medios
de comunicación (la TV especialmente). Ahora bien, una cosa es la presencia
social de la víctima, que es un acto de justicia, y otra bien distinta la visibilidad
mediática de las víctimas, buscada por ellas mismas y que, en algunos casos (si se
hace un uso espurio de estos medios), puede contribuir a desprestigiarlas. Sin
embargo, las víctimas, más allá del riesgo de su utilización, desempeñan un papel
muy importante en la reparación de la injusticia y deben suscitar actitudes de
compromiso y solidaridad (Cerezo, 2010; Herrera, 2009).
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