Las pruebas empíricas indican que el abuso sexual infantil (ASI) constituye un importante factor de riesgo para el desarrollo de trastornos psicopatológicos durante la etapa adulta. Entre los efectos a largo plazo se encuentran la baja autoestima, la ansiedad, la depresión, las ideas e intentos de suicidio, el trastorno de estrés postraumático, los problemas en las relaciones interpersonales, la vulnerabilidad a una nueva victimización, los trastornos alimentarios, los trastornos en el funcionamiento sexual, el consumo de drogas y/o alcohol y los trastornos físicos
(p. ej., Cortés y Cantón, 2003; Cortés y Cantón, 2009; Hornor, 2010; Maniglio, 2009).
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