Fundacion RenaSer

viernes, 20 de mayo de 2016

El ASI siempre produce efectos y uno de ellos puede ser el estrés postraumático
Es propio de las etapas iniciales o agudas del abuso sexual infantil (ASI) y en general, solo un tercio de los niños lo presentan a la hora de evaluarlos. Sin embargo, puede presentarse en la adultez como consecuencia de experiencias de la infancia, particularmente en los casos que no recibieron contención familiar.
Se trata de un conjunto de síntomas que aparecen luego de un acontecimiento estresante y traumático, por lo general imprevisto e impensable, como el abuso sexual, entre otros.
Algunos de los efectos que lo caracterizan:
• temor, desesperanza, horrores intensos, desestructuración y agitación en los niños,
• recuerdos dolorosos e intrusivos del hecho traumático, sueños recurrentes,
• embotamiento de la capacidad de respuesta, disminución del interés en las actividades habituales, aislamiento, anestesia emocional, evitación de actividades que evoquen el recuerdo del acontecimiento traumático,
• alteraciones del sueño, estado de hiperalerta, afectación de la memoria y/o trastornos de la concentración, irritabilidad aumentada, explosiones esporádicas e impredecibles de conducta agresiva bajo la presión de provocaciones mínimas o sin ellas.
En los casos de abusos reiterados en el tiempo, el niño, niña o adolescente (NNA) queda atrapado en las amenazas del agresor y mantiene el secreto, “si dice, nadie le va a creer”, “si dice, destruirá su familia, “si dice, comprobará que a nadie le importa lo que hacen, ya que es un secreto entre ellos dos”, “si dice, su familia y él o ella sufrirán las consecuencias”. Así se adapta a la situación y a lo que el abusador impone, manifestando su sufrimiento con la conducta y con el cuerpo ante un entorno que en general es distante y poco sensible a su dolor; no sólo al dolor que produce el abuso sino, lo que duele más aún, es la incredulidad y en muchas ocasiones, el rechazo y la culpabilización que reciben del mundo adulto.
Este “adaptarse a la situación” refuerza los prejuicios que aún reinan en amplios sectores sociales. Considerar que “acepta porque quiere”, no deja lugar a comprender que se trata de una “aceptación inevitable”, pasiva, producida por el temor, las amenazas, etc. perpetuando de este modo las creencias que niegan credibilidad al sufrimiento infantil ante los abusos sexuales.

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